martes, 28 de enero de 2014

Alemania 2006, el desenlace

...y llegó el momento decisivo de la Copa del Mundo de Alemania 2006. El 4 de julio, mientras el sol derretía el asfalto de las calles y yo ultimaba los detalles de mi inminente viaje a Francia a seguir el Tour de Francia, Portugal y Francia, nuestros vecinos, saltaban al césped del Westfalen de Dortmund dispuestos a dirimir quién de los dos merecería estar cinco días después en Berlín.

Portugal - Francia. Nuestros vecinos del oeste llegaban lanzados. Eran la revelación del campeonato, habían dado cuenta del anfitrión y todo lo que consiguieran a partir de ahí ya estaba de más. Sólo el Campeón habría logrado más que ellos. Por su parte la Francia de Zidane, Henry, Anelka, etc... cargaba con el peso de ser la favorita. Un favoritismo que amagaba una y otra vez con derrumbarse pero que hasta ahora no lo había hecho. Y nuestros vecinos del norte se mostraban cada vez más sólidos, sin brillo pero eficaces. Demoledores. 

Zizou, la Leyenda
Grandes jugadores en la Historia ha habido muchos, centenares. Genios no tantos. Leyendas que decidan campeonatos puede que no llegue a la decena. Y sobre el césped del Westfalen había una y era francesa: Zinedine Zidane, probablemente el jugador más plástico que jamás pisó un campo. El Muhammad Alí del fútbol. Vuela como una mariposa, pica como una abeja. A los 8 minutos ya había hecho dos goles y había mandado a Portugal a la lona. En menos de diez minutos Francia había sentenciado su semifinal y aunque los portugueses intentaron rehacerse todo fue en vano. Quaresma, que había entrado por Futre en la segunda parte, logró meter algo de miedo en el cuerpo a Les Bleus pero en la recta final del partido, un maravilloso pase entre líneas de Zidane a Giuly habilitaba a éste para que hiciese el definitivo 1-3. Francia estaba en la final, Portugal se iba de Alemania con la cabeza bien alta. 



Argentina - España. La segunda semifinal también tenía parecido signo: un claro favorito con el peso de una historia en sus espaldas (Argentina) y una revelación que, teniendo la sensación de que por fin había llegado donde merecía estar, tampoco parecía poder llegar mucho más allá (España).

Sin embargo, y a pesar de que sobre el césped del Olímpico de Múnich también había un par de genios, uno en el ocaso de su carrera (Maradona), otro emergiendo (Messi); el partido fue mucho más igualado. Sin nadie que se apoderase del centro del campo (titánica lucha entre Redondo y Xabi Alonso por el control de la zona de creación), el partido fue ganando en precauciones a medida que pasaban los minutos. Ya se trataba de no perder la oportunidad de ganar. Y daba la sensación de que un gol lo mandaba todo al traste.
Messi, ¿el nuevo Diego?

Así se llegó al final del partido. Con un raquítico 0-0 en el marcador. España jugaba su segundo partido de 120 minutos en cuatro días. Y eso se dejó notar en la prolongación. Los nuestros se vinieron abajo físicamente, aparecieron los espacios... y los genios. Maradona sirvió un balón al espacio a Messi que ganó la carrera a la defensa española, Casillas salió y Messi envió el balón al fondo de la red. 1-0. Habían pasado 9 minutos de la primera parte de la prórroga y España no supo rehacerse. Argentina se apropió del balón y dejó que el reloj corriese. El sueño español, como el portugués, moría ahogado en la orilla. Argentina jugaría la final contra Francia.

España - Portugal. El tercer y cuarto puesto, probablemente el partido más cruel e innecesario de todos cuantos se disputan de manera oficial en el mundo del fútbol, sólo sirvió para poder ver a los jugadores de ambos equipos que no habían participado en el Campeonato y para que la selección española consiguiese su mejor clasificación de siempre después de que un gol de Yeste en el minuto 57 le bastase para imponerse a una Portugal sin Figo, ni Rui Costa, ni Deco, ni Cristiano, ni Futre... España, tercera, había superado su logro de 1950 pero se había quedado con el sueño a medias.


LA GRAN FINAL
FRANCIA - ARGENTINA.

El partido de los partidos. Probablemente el acontecimiento deportivo más importante de todos cuantos se pueden disputar: la final de un Campeonato del Mundo de Selecciones. Y en este caso se trataba de una final inédita. Los franceses, campeones en 1998, se presentaban en su segunda final con el mismo bloque, básicamente, que entonces. Los argentinos, con un palmarés más lustroso (campeones en 1978 y 1986; subcampeones en 1930 y 1990) jugaban su quinta final pero aparecían en ella 16 años después de haber perdido frente a Alemania la última. 20 después de su último título. ¿Sería la segunda de Zidane y compañía o la tercera de los sudamericanos?

Nota: Para esta final puse en marcha, de manera excepcional, un sistema de disputa que no he recuperado hasta la presente campaña, la 2013/14, consistente en disputar medio partido con cada equipo. Por sorteo, empecé jugando con Francia.

Sobre el césped del Olímpico de Berlín, la mayor concentración de estrellas del planeta: Zidane, Henry, Anelka, Thuram, Ribery, Vieira... del otro lado los Maradona, Messi, Redondo, Batistuta, Tévez, Ayala... El combate prometía ser épico.

La final empezó siendo de Francia. Sabedor de que tras la reanudación asumiría el control de Argentina, quise dejar encarrilado el partido para nuestros honorables vecinos antes del descanso. Así que de salida me lancé en tromba sobre la puerta de Abbodanzieri. Y a los 24 minutos, un barullo en el área era resuelto, con su habitual elegancia por Henry. 1-0. Pero no hubo más goles y así se llegaba al descanso y por tanto al cambio de guardia. En la reanudación había que repetir táctica pero esta vez con Argentina. Lanzarse en tromba en busca del empate sin descuidar la defensa. Un 2-0 habría supuesto el final de la albiceleste. Pero poco hubo que esperar pues a los 4 minutos de la segunda parte Batigol conseguía su cuarto tanto del campeonato y ponía el 1-1 en el marcador. La final empezaba de nuevo con dos matices: por un lado sólo quedaban 40 minutos, por otro lado yo manejaba a Argentina. Mal se tenían que poner las cosas para que estos no acabasen saliendo campeones. 

Pero el partido fue duro, el miedo a perder se apoderó de los dos y de repente el fútbol de ambos se volvió espeso. Tanto que hasta dejaron de crearse oportunidades de gol lo que no hizo sino incrementar la certeza de que un solo tanto decidiría el Mundial. Y por eso se llegó con 1-1 al final del partido. Prórroga. De nuevo retomaba el control de Francia, al menos durante la mitad del tiempo suplementario. Y fue a 4 minutos de la conclusión de esta primera parte cuando Zidane, siempre Zidane, hacía, con un disparo desde fuera del área, el segundo gol de Francia, el tercero suyo entre final y semifinal. Argentina no logró, en los 15 minutos último y pese a sus intentos desesperados, igualar el partido y cuando el colegiado pitó el final, medio estadio estalló de júbilo. La mitad francesa. El segundo mundial de Les Bleus era una realidad. La selección que había estado eliminada cuando se había cumplido el tiempo reglamentario del último partido de la fase de grupos, levantaba ahora el trofeo de Campeones del Mundo. Y en medio de todos ellos la figura, cada vez más inmensa, de Zinedine Zidane, convertido en el nuevo Rey del Fútbol Mundial.

El amo del fútbol mundial, coronado por 2ª vez


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