domingo, 26 de enero de 2014

Alemania 2006 (Cuartos del final)

Soy de los que piensa que los verdaderos campeonatos, ya sean estos Champions League, Eurocopas o, como es el caso, Mundiales, empiezan a partir de los cuartos de final. En cualquiera de estas competiciones es difícil, por no decir imposible, encontrarte con más de ocho grandes favoritos de modo que todas las rondas previas en realidad sólo sirven para separar el grano de la paja, para ganarse el derecho a ser considerado uno entre los mejores. Pero a partir de cuartos de final, la cosa cambia y ahí ya sí que, siendo favorito, jugando bien y haciendo todo lo posible te puedes ir a la calle porque lo normal es que te encuentres con un rival de un nivel muy parecido al tuyo. Algo así fue lo que sucedió en unos intensísimos y muy dramáticos cuartos de final del Mundial de Alemania 2006. 

Alemania - PortugalLos anfitriones habían ido solventando sus partidos sin muchas complicaciones pero a la vez con escaso brillo, con una eficacia y una ausencia de lírica muy germana, vaya. Justo lo contrario que sus rivales íberos, que llevaban viviendo en el alambre casi desde el primer minuto del Mundial. Esa ausencia de tensión competitiva en unos y de exceso en otros iba a acabar siendo mucho más determinante de lo que podría esperarse a priori de la eliminatoria más desequilibrada de los cuartos de final. Nada más empezar el partido, en el minuto 4, Pauleta ponía el corazón en un puño a un país entero. A dos, realmente, uno de angustia, el otro de esperanza. En el Olímpico de Berlín se mezclaba la incredulidad con la confianza ciega en el poderoso ataque de su selección. Pero los minutos pasaban, Alemania dominaba, creaba oportunidades... pero el gol no llegaba. Y lo peor es que los portugueses con Figo, Cristiano Ronaldo, Futre y Rui Costa creaban pavor a la contra. La eliminatoria se acercaba a su ocaso cuando Klinsmann remataba a la red, por fin, el gol del empate. Quedaban 12 minutos más el descanso y un remanso de paz recorrió Alemania entera. Die Mannschaft tenía casi un cuarto de hora para mandar a los insolentes portugueses a la lona. Y en cualquier caso les bastaría con la prórroga para ponerlos de rodillas.

Pauleta, héroe nacional.
Soberbia. Lo que sucedió a continuación sólo puede explicarse como un pecado de soberbia. Alemania confió en que Portugal iba a caer como fruta madura y se relajó. Y lo que sucedió es que Pauleta, a 6 minutos del final, volvía a adelantar a Portugal. 1-2. A partir de ahí las prisas, malas consejeras, ya se sabe. La precipitación, la angustia de decepcionar a una nación entera. Y no una cualquiera. No. A Alemania. No hubo lugar para más. El tricampeón del Mundo, país anfitrión y megafavorito había caído. La gran sorpresa del campeonato, el Berlinarazo se había consumado: Portugal era semifinalista.

Croacia - Francia. La semifinal nocturna de aquel histórico 30 de junio de 2006 no iba a deparar tanta carga dramática, no había manera de que así fuese. Cierto que Francia partía como favorita pero con un pronóstico mucho más igualado porque lo cierto es que Croacia había jugado mejor hasta ese momento y que les bleus habían ido dejando muchas dudas por el camino, sobre todo en la fase de grupos. Sin embargo llegadas las eliminatorias parecían empezar a carburar. Pronto, muy pronto, a los 9 minutos, se adelantaron con un gol de Henry y aunque Croacia intentó remontar lo cierto es que Francia empezaba a mostrar la solidez de los equipos campeones. Sabiéndose superior dejó que el reloj y el partido corriese a su favor y mediada la segunda parte Anelka lograba el segundo gol que a la postre fue el definitivo. Francia, en clara fase ascendente se plantaba en semifinales sin haber hecho gran cosa. Croacia, por su parte, había adolecido de pegada en los momentos decisivos y, aunque dejaba una buena sensación, firmaba nada más que una correcta aparición por el Mundial. Sin nada que reprocharse pero sin nada de lo que vanagloriarse. 

¿El penúltimo vuelo del Diego?
Suecia - Argentina. Era la otra eliminatoria desequilibrada. Argentina se había mostrado irregular, alternando momentos verdaderamente brillantes (Costa de Marfil y a ratos Holanda) con momentos de profunda zozobra (Serbia). Suecia, por su parte, se agarraba a su emergente estrella, Zlatan Ibrahimovic, para confiar en un pase a semifinales como en el 94. Y al igual que las dos eliminatorias del día anterior, ésta también iba a empezar con un madrugador gol. A los 9 minutos Maradona adelantaba a los argentinos. El Genio iba a firmar su mejor partido del Mundial con un doblete en menos de media hora pues en el minuto 29 hacía el 0-2. Si levantarle un gol a Argentina en un Mundial ya es tarea ardua, hacerlo con dos se antoja casi una labor épica. Pero los suecos no bajaron los brazos y perseveraron. Y mediada la segunda mitad tuvieron su premio. Ibrahimovic acortaba distancias e insuflaba una leve esperanza en sus compañeros, en sus aficionados y en sus paisanos. Más o menos lo que tardó Batigol, Gabriel Omar Batistuta, en finiquitar la eliminatoria con el tercer gol de los argentinos y también el tercero suyo en el campeonato. Ahora sí, Suecia claudicaba y una eufórica Argentina se presentaba en semifinales donde le esperaba el vencedor de la última eliminatoria.

Brasil - España. Los nuestros contra la pentacampeona y, junto a Alemania, máxima favorita al trono mundial. Los nuestros contra Ronaldo, Rivaldo, Ronaldinho, Roberto Carlos. Pero sobre todo, los nuestros contra la maldición de cuartos. ¿Había algún motivo para creer? A priori ninguno. Corea, Italia, Yugoslavia, Bélgica... demasiadas decepciones en el pasado contra equipos mucho peores como para confiar en que esta vez fuese diferente. Y sin embargo pronto pareció que esta vez sí podía serlo. España tuteaba a Brasil. Vicente y Joaquín eran dos puñales en las bandas y Morientes y Raúl dos tanques en la delantera. Tanto es así que mediada la primera parte el valenciano hacía su segundo gol del campeonato y adelantaba a España. 0-1. ¿Esta vez sí? Brasil se rehizo en el vestuario, tanto que en el primer minuto de la segunda parte Ronaldo ponía el 1-1 y de paso su décimo gol en cuatro partidos y medio. A partir de ahí el partido devino en drama. Daba la sensación de que se había convertido en un quienmetagana, tal era el vértigo con el que parecían jugar los dos. La buena noticia era que Brasil estaba, al menos, tan asustada como España. La mala, que era Brasil. 

Alonso contra los complejos
El miedo acabó mandando el partido a la prórroga. Y mucho me temo que el miedo habría mandado el partido a los penaltis si en el minuto 97 Raúl no hubiese sido zancadilleado dentro del área. El árbitro no dudó y pitó penalty. Xabi Alonso lo puso en el fondo de la portería brasileña. Nos separaban 23 minutos de la primera semifinal en un Mundial desde 1950 (y entonces no fueron semifinales sino una liguilla de cuatro equipos). Nos separaban 23 minutos del sueño nunca cumplido de varias generaciones de aficionados: ver a los nuestros en unas semifinales de un Mundial. El gol de Brasil nunca llegó y los españoles celebraron sobre el césped el pase a unas semifinales que tan injustamente les había sido robado en el pasado y que tan merecidamente habían conseguido en el ya histórico Commerzbank-Arena de Frankfurt. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario